lunes, 4 de junio de 2012

Insensatos

Hemos paladeado el éxito reciente de nuestro deporte obviando la inviabilidad de su propio sistema. Nos hemos servido de medallas, trofeos y victorias para hablar -con justicia- de "época dorada". Pero sólo al sufrir los embates más duros de una crisis mundial hemos desvelado la nula sostenibilidad económica de múltiples proyectos deportivos en España.

No hay disciplina que no doble la rodilla ante el empobrecimiento social. No lo logra ni el fútbol, sostenido en gran medida por la adocenada anuencia de la Hacienda pública. Pan y circo en dosis selectas; las deudas balompédicas alcanzan niveles lacerantes para el erario público. 


Mas reconduciendo el sentido del texto, la tan mentada crisis se revela inmisericorde con los más débiles. En la vida y en el deporte, estos son los primeros en caer, parcial o completamente. Concretando, hablo de aquellos 
equipos reconstruidos por y para el cortoplacismo. Entidades modestas que un día quisieron vivir a la manera de club grande. Insensatos excesos que nos arrojaron a los pies del caos. Nadie alzó la voz en la complaciente década pasada cuando se aceptó el progreso desmesurado. La desaparición del colchón financiero público-privado descubrió las cartas de cada proyecto: muchos jugaron un gran farol. Cuestión de tiempo que quedasen incapacitados. Una vez ocurrido, los éxitos del pasado se tornaron en impagos, reducción de plantillas e incluso la desaparición.

El úl
timo club herido de muerte es el reciente campeón de la Euroliga de baloncesto femenino: el Ros Casares. La directora general del club valenciano, Carmen Lluveras dejó claro que "en la situación económica actual proyectos como este, en la élite del baloncesto, son inviables". Los integrantes y los aficionados del histórico referente femenino aguardan el salvavidas de un nuevo proyecto. Sería, de producirse, un concepto menos ambicioso.

Como su ejemplo, tantos. Sufre el baloncesto también masculino, sufre el balonmano -cuyo caso analizaré próximamente-, el ciclismo, el rugby... Sigue creciendo esta dolorosa lista. Culpables los dirigentes por plantear lo que la razón desaconsejaría. Pero no son responsables únicos. A la postre, el deporte se ampara en el ejemplo social. Gobiernos, empresas e instituciones, con unas cuentas escandalosamente hinchadas. Todas ellas afrontan hoy deudas millonarias. Nadie, ni gestores políticos ni gestores deportivos, supo, ¿quiso?, ¿pudo? hacer regir a la cordura.


Por todo ello el futuro pasa por la lógica. Que sea la sensatez, y no la vanidad, quien guíe el desarrollo de los proyectos deportivos.
Pocos siguieron el ejemplar proceder que ya expuse del Real Velo Club Portillo. Un club ciclista modesto, que supo replantear su sentido antes de que lo hiciera la crisis. Refundarse antes de morir ahogado. Una gota en el desierto de la insensatez que llaga nuestro deporte.

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