miércoles, 13 de febrero de 2013

Conmoción en los orígenes del olimpismo



Conmoción en los orígenes del olimpismo; revolución en sus entrañas. La lucha, deporte histórico e historia del deporte, podría quedarse fuera de los Juegos Olímpicos de 2020. Así lo ha planteado el Comité Olímpico Internacional, que, reunido ayer, ha retirado a la lucha la condición de "Core Sport" (deporte titular) para los JJ.OO. de ¿Madrid? dentro de siete años.

Esta controvertida decisión si bien no implica a día de hoy su salida oficial del elenco de competiciones, puede significar su caída definitiva. Aunque asegurada para Río 2016, la lucha deberá jugarse el puesto el próximo mes de septiembre frente a otros siete deportes, algunos de ellos desconocidos a gran escala: Kárate, una fusión del béisbol y sóftbol, patinaje sobre ruedas, escalada, squash, wushu (perteneciente al campo de las artes marciales) y wakeboarding (acuático sobre tabla). 

A la disciplina de Maider Unda (en la imagen durante la competición en Londres) le ha cogido por sorpresa la decisión del COI. De puertas para fuera el favorito a sufrir esta exclusión era el pentatlón moderno, deporte olímpico en Estocolmo 1912 para dos personalidades: el posteriormente conocido como General Patton y el Presidente del Comité entre 1952 y 1972, Avery Brundage. Para Maider, que llevó la lucha a los medios españoles tras su bronce en Londres, es "una broma de mal gusto"; para una parte de la comunidad deportiva, una amenaza a los cimientos del olimpismo de ayer y hoy. Rápidas reacciones internacionales, como el grupo de facebook "Save Olympic Wrestling", que ya suma 56.000 seguidores (y subiendo) a la que puede ser la competición más icónica de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad. La lucha está justificando su nombre.

Es más que un deporte. Como disciplina competitiva y como filosofía, la lucha juega un papel fundamental en el desarrollo humano. En su vocación de enfrentamiento reglado, en perfecta sintonía con la idiosincrasia helénica, fue una de las bases en el origen de los Juegos Olímpicos, allá en la Grecia de Olimpia del 776 A.C. Siglos después, mediada la célebre intervención del Barón de Coubertin, no faltó en su versión grecorromana al retorno de los Juegos, Atenas 1896.

El criterio deportivo parece haber vuelto a ser el último en la lista de argumentos del COI -ndr: a este punto recomiendo los análisis de Martí Perarnau y Jaime Gómez-. La realidad es que la lucha es hoy un deporte mundial. En Londres hubo 344 participantes de 71 países, divididos en 268 hombres entre Grecorromana y Libre y 76 mujeres (modalidad de lucha libre). Número que puede chocar de raíz con la intención del COI de no masificar los Juegos en deportistas -no tanto en deportes, pues en 2016 se incorporarán el golf y el rugby en su versión más reducida de Seven-, o bien de dejar paso a otras modalidades igualmente numerosas pero con mayores intereses extradeportivos. 

La fuerza de la lucha moderna, por implantación internacional y número en los JJ.OO., puede haber sido, paradójicamente, su sentencia olímpica. El deporte de Maider Unda y de la talentosa joven Irene García, enfrentó su condición de prescindible con el pentatlón moderno o el taekwondo, entre otros. El primero de ellos, con apoyos en la Comisión Interna del máximo organismo de los Juegos, apenas aportó 72 deportistas; el taekwondo, tan en boga en España gracias a Joel González, Brigitte Yagüe y Nicolás García, sumó 128. Quizá 129 contando, en palabras de nuevo de Martí Perarnau, con un apoyo crucial de Samsung, patrocinador del COI. 

No es una decisión deportiva la que conmociona los principios del movimiento olímpico. Entre los candidatos a ocupar su lugar, parece favorito el béisbol en asociación con el sóftbol y amplificado por el pretendido apoyo de sus estrellas mundiales. Resulta paradójico que ambos, hoy destacados, desaparecieron individualmente del programa tras Pekín 2008. Si nada cambia en septiembre de este año, el COI, puede condenar a la asfixia a una parte de la esencia que surgió en Olimpia, tanto como decir a una parte de su propio organismo. Pocos deportes representan mejor la historia y el sentido de unos Juegos que, recordemos, se alimentan tanto de su economía como de su leyenda. 

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